Mujeres al volante

Hoy a la tarde tuve que hacer unos trámites y decidí ir manejando; no iba muy lejos, pero tampoco tan cerca como para ir caminando. Me subí al auto, me peiné mirándome en el espejo retrovisor, puse primera y a partir de ahí comenzaron las miradas, los bocinazos, las luces, etc.
Luego de ver cómo un colectivero encerraba a una mujer con su vehículo y un taxista la insultaba de atrás tocando la bocina porque ella había tenido que bruscamente cambiarse de carril, comencé a pensar: ¿por qué siempre que los demás conductores cuando observan que una mujer es la que maneja a su lado comienzan a comportarse de ese modo tan extraño? Pareciera como si los hombres fueran dueños de la calle y algún día una mujer haya decidido usurparles ese terreno que era tan suyo.
Lo raro es que en otros aspectos la sociedad avanzó demasiado: la mujer usa pantalones, trabaja a la par del hombre, estudia y ¡hasta llegó a ser presidente! Entonces por qué cada vez que un taxista ve una mujer, y más si es joven, le tira el auto encima; o porqué los colectiveros sienten la obligación de hacerle luces a la pobre mujer si tarda 15 segundos más en arrancar en un semáforo. Y nadie puede negar la tan conocida frase “tenía que ser mujer”.
Creo realmente que los hombres se sienten invadidos en su espacio y no están tan contentos en compartirlo con nosotras, o por lo menos ellos (o muchos de ellos) creen que hay cosas que no están hechas para la mujer; como si su cerebro estuviera conformado de otra forma. De hecho mucha gente lo dice: el cerebro del hombre tiene más relación con lo práctico, la destreza, el deporte. Considero que por más que esto fuera válido, ningún hombre está justificado a discriminar a una mujer o a tratarla como si tuviera capacidades diferentes a la hora de manejar, al igual que ninguna mujer al ver un hombre en el supermercado lo choca con su changuito o lo insulta si se detiene demasiado tiempo delante de los productos por no saber cuál elegir o cuál es el que su mujer esperaría que compre.