lunes, 15 de noviembre de 2010

De la igualdad entre el hombre y la mujer


A raíz de analizar un poco mi entorno, de ver como nos manejamos hombres y mujeres en el mundo, me puse a pensar en que todavía existen actividades que son específicamente de mujeres y otras específicamente de hombres. Por ejemplo: este año comencé a frecuentar la línea 36 de colectivo, en ella conté a lo largo de todo el año cinco mujeres choferes; al comienzo me pareció algo extraño, porque claramente dicho oficio está comúnmente relacionado con hombres. Por otro lado es un poco difícil imaginarnos contratando un hombre para que limpie nuestra casa o cuide nuestro hijos, sin embargo un amigo hace felizmente su trabajo de “niñero”, pero no es lo más común en nuestra vida diaria. Entonces, ¿existe la igualdad entre el hombre y la mujer? O lo que me parece más correcto ¿se puede pensar en igualdad entre hombres y mujeres?
En el intento de hacer un análisis más profundo pienso en lo físico de cada uno, a pesar de que Dios diga que hizo al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, saltan a la vista las diferencias: los aparatos reproductores, el timbre de la voz, el bello, los rasgos de la cara, las manos, etc. Y a su vez internamente, cada uno posee sus hormonas, las cuales son las encargadas de generar todas estas diferencias físicas; como también cumplen otras funciones; por ejemplo en la mujer modifican su humor, su autoestima, las ganas de comer, trabajar, correr, etc. En este momento sería bueno recordar es propaganda de apósitos femeninos que explica cuál necesita una mujer para cada etapa de su ciclo, porque son todos distintos y diferenciables. Entonces, ya desde lo físico podemos definir que no hay forma de que un hombre y una mujer sean iguales; puede haber un intento de lograrlo por parte de los transexuales, pero todos sabemos que más allá de las operaciones que puedan realizarse siempre van a ser “presos” del cuerpo que les tocó.
Es conocida la frase “son todos iguales”. Es aplicada sin distinción para ambos sexos, pero cuántos la hemos refutado cuando conocimos a esa persona tan especial y pensamos que era la “excepción” a la regla. La realidad es que no son todos iguales, y no somos todas iguales. Cada persona posee características particulares que la diferencian, y pueden haber características propias de cada uno, pero no se podría describir cómo es una mujer o un hombre generalizando sobre todo el género, porque estaríamos dejando de lado muchas cosas. Entonces si no podemos pensar la igualdad dentro de cada género, si no somos capaces de establecer un pensamiento lineal sobre cada sexo, ¿es viable pensar la igualdad entre dos cosas que ya no son homogéneas?
A pesar de todo esto, en lo fáctico existen igualdades: ante la ley, la votación, la elección de vestimenta, la conducción de vehículos (tanto públicos, como privados) y también dentro del ámbito laboral. Pero en la experiencia siempre se plantean diferencias, como por ejemplo una pareja al tener un hijo: dentro de las “mismas condiciones laborales” son tratados de distinta forma: la madre posee tres meses de licencia, cuando el padre con suerte tendrá uno o dos días.

“De manera similar, la diversidad cultural en el mundo debiera estar protegida por un código de ética global, sobre el cual el reporte cree que el mundo puede alcanzar el consenso. Al establecer los parámetros de este código de ética global, la voz indefinida del reporte empieza a hacer juicios de valor. Sólo las ‘culturas’ que poseen ‘valores tolerantes’ (¿según qué idea de tolerancia?) serían respetadas y protegidas por el código global(…)La visión de la UNESCO de un código de ética global para ordenar un mundo plural descansa en una contradicción entre respetar todos los valores culturales y hacer juicios de valor acerca de la diversidad aceptable e inaceptable.”1 Como también se intenta igualar al hombre y a la mujer, y a su vez respetar las individualidades de cada uno, otra contradicción. Pero finalmente ¿se puede lograr dicha igualdad? Considero a partir de esta contradicción que lo mas conveniente sería pensar en lo equivalente, antes que en lo igual. Pensar en una actitud de un hombre y una mujer modernos en la que se intente cooperar el uno con el otro, y no tratar de cada vez conseguir más atributos dentro del propio sexo.
Leyendo unas cosas para la facultad encontré una interesante reflexión de Alicia Entel: “Por otra parte, la actitud considerada moderna para la mujer de clase media superior, en una sociedad de estratificación rígida, no puede inscribirse en el registro de modernidad sino de manera muy relativa. Mientras que la mujer realiza su emacipación, o sea, trabaja, estudia, etc…, a costa de la explotación de otras clases, por la permanencia de servicio domésticos; y mientras las distribución de papeles no sea paralela, por que el marido no esta obligado a redefinir su papel, es difícil afirmar que existen actitudes decididamente modernas”2 Por ello repito que para mí es muy difícil afirmar que se puede llegar a una igualdad. Pero a su vez, creo que es posible plantear e intentar modificar este modelo de hombre y de mujer moderno, haciéndolos más equivalentes, pero sin olvidarnos las características especificas de cada uno, sin que se pierda lo esencial
En la actualidad el mundo gira en torno al individualismo. Las mujeres al haber conseguido insertarse en el mundo laboral, no se preocupan tanto en formar una familia; y las que si les preocupa poseen, como dice Hobsbawm en su texto de Revolución Social, un nuevo papel de sometimiento adentro y afuera: “Las mujeres casadas se habían encontrado en general con la doble carga de las viejas responsabilidades familiares y de responsabilidades nuevas como asalariadas, sin que hubiera cambio alguno en las relaciones entre ambos sexos o en el ámbito público o el privado.”3 El también plantea algo interesante: “El empleo remunerado dejó de ser sobre todo una declaración de independencia para las mujeres casadas de clase media, para convertirse en lo que desde hacía tiempo para los pobres : una forma de llegar a fin de mes.”4 Entonces el hecho de que la mujer tenga este doble trabajo ¿siempre es símbolo lo de libertad? No lo sé, pero no es el tema que me preocupa en ese ensayo; sino lo es pensar en por qué la palabra igualdad.
Al buscarla en el diccionario de la Real Academia Española encuentro: “Conformidad de algo con otra cosa en naturaleza, forma, calidad o cantidad.” Con todo lo expuesto anteriormente sabemos que un hombre y una mujer no son iguales ni en naturaleza ni en forma ni en calidad, es sabido que en cantidad tampoco. Entonces se me ocurre cambiar la “igualdad del hombre y la mujer” por la “equivalencia ente hombre y la mujer” y en el diccionario encuentro algo mucho más acorde a mis pensamientos: “Equivalencia: Igualdad en el valor, estimación, potencia o eficacia de dos o más cosas.” Entonces podemos decir que sí hay dos o más cosas en las que hombres y mujeres podemos ser iguales, pero claramente no en todos nuestros aspectos.
Por ello pienso en que capaz conviene más intentar distribuir las actividades dentro de la familia y dentro de lo laboral, sin que esto signifique discriminar o limitar a alguno de los dos sexos a alguna tarea, ya sea para el hombre trabajar, como para la mujer quedarse en la casa cuidando a los niños. No importa por qué se decidió integrar a la mujer a la sociedad pero en este momento, la mujer posee un nuevo rol y este debe comenzar a equilibrarse con el del hombre, debe dejar de pensar en un ideal de igualdad total y pensar en cómo organizar todas las libertades que tiene.
La historia no tiene un final, todo continua cambiando y también así lo hace la relación entre el hombre y la mujer. Antes se pensaba en una mujer esposa, sometida, con capacidades diferentes; actualmente no podemos saber si preferimos a la mujer antigua o si lo conseguido actualmente es mejor (ser libres e iguales ante la ley, pero en la práctica todavía sentirnos encadenadas moralmente a tareas del antiguo rol). Al igual que antes el hombre solo se encargaba de trabajar y traer el dinero, encambio actualmente el marido comenzó lentamente a encargarse de los niños y alguna otra actividad doméstica. Entonces deberíamos continuar repartiendo las actividades, pensando en equilibrar las tareas de cada uno y dejar de lado ese ideal de la modernidad de igualdad en todos los ámbitos.
Quisiera finalizar con algo que me sucedió hace unos años con una amiga cuando estábamos pensando qué estudiar o qué hacer de nuestras vidas al finalizar el secundario. Estábamos sentadas frente a la computadora viendo los planes de estudio de las distintas carreras e imaginando nuestras vidas cuando de repente vino su tía abuela y nos dijo algo así como que en su época no era tan difícil pensar que hacer: tan solo tenían que aprender a cocer, cocinar, criar a los hijos y atender a los hombres, y así lograr conquistar alguno. Una vez casadas, criaban a sus hijos, tenían tiempo de juntarse a tomar el té con sus amigas y lo único que las apuraba era tener la cena lista para su marido. Y que para ella actualmente la mujer no tenía tiempo para nada, debía ocuparse de trabajar y también de la familia. Lo paradójico es que ella había sido una de las que no había logrado conseguir el marido ni tampoco tener lo hijos, por lo que me preocupa seguir pensando como equilibrar la tarea del hombre y la mujer, por que no quiero ni pasar mi vida esperando conseguir un marido para cuidar nuestros hijos, ni tampoco conseguir el marido y un trabajo y sentirme sometida tanto dentro como fuera de mi casa.

1 Rosato, Ana, Arribas, Victoria y Boivin, Mauricio, “Cultura y desarrollo”, en Constructores de Otredad, Buenos Aires, Antropofagia, 2007, pág.181-2


2 Entel, Alicia ,“Comunicación y dependencia”, en Teorías de la comunicación, Buenos Aires, Hernandarias, 1992.

3 HOBSBAWM, Eric, "La revolución social, 1945-1990" en Historia del siglo XX, Barcelona, Ed. Crítica, 1995. Pág 315

4 Ibíd., pág 321

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