viernes, 30 de abril de 2010

Equilibrio

Siempre pensé que los novios eran otra cosa, mejor dicho que yo esperaba otra cosa de un “novio”. Pero con los años fui cambiando la percepción que tenía sobre ellos.
Cuando estaba en cuarto grado pensaba que mi novio iba a ser Ken, el novio de la muñeca Barbie, o el príncipe de alguna película. Después, en sexto grado, me gustó un chico que según mis compañeras era muy feo, pero para mí era lindo: no como los príncipes, sino que era lindo por su personalidad. De hecho me gustaba tanto como se vestía que me compré sus mismas zapatillas, a ver si así aunque sea me miraba, pero por mala suerte tenía novia.
Durante la secundaría tampoco elegí muy bien, ya que tampoco logré ponerme de novia con ninguno: en los tres primeros años me hacía amiga de alguno chico nuevo que entraba al curso y siempre me terminaba gustando, en cuarto año me fui de misión y quedé estúpidamente enganchada con un cordobés, lo que tampoco tubo sentido y mucho menos fruto.
Por suerte al año siguiente, cuando me fui a Bariloche, tuve un poco más de suerte, conocí a un chico y esta vez el sí gusto de mí. No era tan lindo ni normal, pero tenía eso de la personalidad que desde sexto grado me había quedado en la mente (y también tenía de esas zapatillas que tanto me gustan). Después de un año y medio no éramos ni amigos ni novios, era todo tan extraño que decidimos (mentira, él decidió) terminar la relación y (luego de unas cuantas lágrimas) me puse en busca otra vez de mi ideal o por lo menos de algo más normal.

Pasaron los meses y de repente alguien nuevo se convirtió en los más lindo que tengo (uhy! que cursy sonó). Bueno, no sé cómo decirlo, es esa persona que podes llamar cuando estás bien o cuando estás mal y él o ella se alegra o se entristece con vos. Se preocupa, le interesas. Y esta vez no era raro o feo o vivía a seiscientos kilómetros de distancia, sin embargo como siempre quise esto, y a su vez se dio todo bastante rápido, no supe darme cuenta si era verdad o no, si había algo que no estaba viendo, o si tan sólo era el miedo que me daba que todo este saliendo bien el que no me dejaba ver las cosas. Siento que todo este pensamiento se refleja en una de las leyes de Murphy “Cuando las cosas vayan bien, algo habrá que haga que vayan mal.”(1) ¿será que uno siempre tiende a penar que no le puede estar saliendo todo bien? ¿O que cuando le está saliendo bien siempre va a dudar y va a buscar dónde está lo malo? Creo que es toda una cuestión de equilibrio: en este momento todo está alineado de forma tal que si camino no me voy a caer, pero más adelante no sé sabe que habrá, y esa incertidumbre es la que nos hace dudar de la situación. Siempre pensamos en que va haber algo que haga que se rompa esa armonía y creo que ahí es dónde fallamos: en vez de esperarla y superarla, tendemos a apresurarnos y caernos sobre ella o a intentar evitarla.
Por ahora las cosas siguen bien, no se rompió mi armonía y además estoy feliz porque tengo ese supuesto novio que siempre quise. Ahora el miedo es la otra ley de Murphy “Cuando las cosas se complican, todo el mundo las deja.”(2) Pero por suerte “Los problemas complejos tienen soluciones simples, comprensibles y equivocadas.”(3)








1- "Las leyes de murphy",[en línea]. Febrero 2000, Octubre 2009, [03 de noviembre de 2009]. www.todohistorietas.com.ar/murphy.htm
2- Ibíd.
3- Ibíd.

No hay comentarios:

Publicar un comentario